martes, 18 de noviembre de 2014

sábado, 15 de noviembre de 2014
                                               CRISIS DE LA CIVILIZACIÓN        I         

Arq. Vicente Vargas Ludeña
Existe cierto paralelismo en la trayectoria histórica entre el cristianismo cerril y el capitalismo salvaje contemporáneo, en tanto estructuras ideológicas en las vecindades del poder político. Religión y política son elementos inseparables del poder, -“Todo hombre que intente ser bueno todo el tiempo terminará arruinado entre la gran cantidad de hombres que no lo son”, N. Maquiavelo-; para modificar aquello se requiere: poder. Para difundir su credo y poder, en el cristianismo surgió de una jerarquía unos manuales jamás escritos, llamados: Antiguo y Nuevo Testamentos. De aquí nacen, a su vez, los predicadores de la fe: los evangelistas, que tampoco nadie los conoció. La creación de la Iglesia católica es obra de la degradación de las culturas antiguas más insignes de la humanidad: la greco-latina. Emergió la Institución católica, y se irguió como Estado para ejercer el poder necesario sobre la sociedad. Disputaron esos centros, el Vaticano y Avignon, triunfó el primero como sede Papal. Sin embargo, los sabios y príncipes de la iglesia, indistintamente se reunían en conclaves para decidir el destino divino de la humanidad; el curso que debía seguir la evangelización con toda su parafernalia teológica de la tierra, el cielo y el infierno, incluido todo lo inmaterial, invisible y metafísico que pueda comprender o imaginar el resignado peregrino. Como todo lo que el hombre crea tiene fundamentalmente una base material, la explotación del “miedo” y la “incertidumbre existencial” del ser fue la clave para la reproducción del capital y la riqueza que administrará la Iglesia en el futuro, tal cual lo hace el mercado financiero contemporáneo. El púlpito, la sacristía, el altar, el atrio de la iglesia, el baptisterio, el convento; en fin, todo espacio era propicio para ofrecer los “derivados financieros” que iban creando en la medida que inventaban cada vez otros misterios que nadie comprendería, pero que cundían de miedo y terror a la gente, adquiriendo diferentes denominaciones: diezmos, primicias, sacramentos, indulgencias, herencias, incluidos bienes y servicios que ofertaban; y que todos debían comprar, tributar o hipotecar en función de la salvación celestial, independiente de lo crápula que haya sido esa vida. Toda una Bolsa de Valores espirituales regulados por el mercado del alma. O, por el alma del mercado, como se quiera apreciar.
La paradoja entre el cristianismo teológico aberrante y el capitalismo salvaje, es que, si bien son creaciones humanas, tienen el aura metafísica de la confianza emprendedora en el mercado financiero y el miedo en la religión. Son entelequias que se mueven en un mundo suprarracional –irracional-, etéreo, incomprensible para cualquier persona medianamente informada. Los creadores de ese mundo de ficción, están plenamente convencidos que la realidad material se vuelve intangible, irrevocable e irreductible al conjuro del dinero y la riqueza. ¿Cómo explicar en esa entelequia universal de la teología y el mercado financiero global, la búsqueda de la felicidad en el más allá, el uno; y el otro, en el consumo en el más acá?
La ideología convertida en sublime objeto, parafraseando a Slavoj Zizek. Marx ya lo decía: “ellos no saben lo que hacen, pero lo hacen”, el falso reconocimiento de sus propios presupuestos, una distancia, una divergencia entre la llamada realidad social y nuestra representación distorsionada, nuestra falsa conciencia de ella. Pero el modo de funcionamiento de la ideología es cínico. Es lo que hacen, el Vaticano y Wall Street, están al tanto de la máscara y de la realidad social; “ellos saben muy bien lo que hacen, pero aun así lo hacen”. La razón cínica ya no es ingenua, como a veces aparece, sino una paradoja de una falsa conciencia ilustrada: uno sabe de sobra la falsedad, está muy al tanto de que hay un interés particular oculto, pero aun así, no renuncia a ella: se vende y compra ilusiones. He ahí, la perversidad de la crisis planetaria.
La teoría de la crisis cíclica del capitalismo, experimentada, vivida y sufrida por las sociedades  en los actuales momentos, nuevamente, nos convoca a testimoniarla y a reflexionar. Las dos guerras mundiales del Siglo pasado, fueron resultado de ese corsi e ricorsi del sistema. Cada una hizo lo suyo, la muerte y el sufrimiento fueron su denominador; también surgió un nuevo mapa geográfico global, y con resignación la humanidad siguió  adelante en su camino. La dialéctica de la sociedad y el complejo mundo hegeliano de las contradicciones, advertidas por Lenin, especialmente, nos alertan de la próxima conflagración mundial que está por venir. Eventos bélicos de esas magnitudes incuban próximos escenarios de agresión, la guerra fría por ejemplo, inmediatamente se apaga el último fogonazo del cañón; pero, la cercanía del desastre de la guerra no ha estado tan a la mano como en los últimos diez años. ¡Las razones! Todos las conocemos desde la periferia: crisis económica, política, social, medioambiental y otras de naturaleza geoestratégicas. Además, la guerra es consubstancial en el género humano. La onda expansiva de las crisis señaladas antes, y las amenazas de una tercera conflagración  que vive el mundo capitaneada por el Imperio, por el momento nos llega a través de los medios; la pólvora de la conflagración llega a nuestras goteras, a pesar que,  América Latina ha cambiado su mirada hacia el  Sur y eso le permite recibir nuevas brisas y mirar otro paisaje. No es de fácil digestión por la sociedad en general, la urdimbre perversa que se ha tejido en su seno;  inclusive en los epicentros de la catástrofe, no fue perceptible oportunamente, sino hasta que los muros del silencio se rompieron, el abandono e incertidumbre de los pueblos, juventudes desgarradas de su existencia se enteraron que no tenían trabajo, casa, futuro… Habían dejado de tener Patria que los cobije. Grecia, España, Irlanda, para mencionar unos, son lóbregos ejemplos.
La dinámica del capitalismo es vertiginosa, arrolladora, civilizadora; pero a la vez depredadora de la naturaleza y del hombre. En cada estadio de su desarrollo entraña una contradicción destructora. La riqueza creada por el capital y el trabajo no fue suficiente para los grupos corporativos que emergieron después de la Segunda Guerra Mundial. El dinero adquirió autonomía, se aisló de la razón fundamental que lo crea, el intercambio y el trabajo; luego, se refunde en estructuras económicas, financieras y políticas, donde reinará cual Dios omnipresente y omnipotente en el ares del consumo. En el universo económico y financiero, el dinero que conocemos, metálico y billetes, se metaboliza, en solo papeles: cheques, acciones, bonos, tarjetas y demás derivados; hasta transformarse por la codicia, en solo, papeles basura, que terminan intoxicando a la humanidad. El parangón de la religión y el neoliberalismo es unívoco: crear mundos suprarracioneles –o irracionales, para el caso es igual- para ejercer su dominio imperial.
 El capitalismo alcanzó su máximo grado de salvajismo en las academias. Específicamente en la Facultad de Economía de la Universidad de Chicago, liderada por una inteligencia privilegiada: Milton Friedman. Parece paradójico ¡Inteligencia, Academia, Universidad! ¡Salvaje!. “En mi opinión, el mayor error – escribió Friedman a Pinochet en 1975 - consiste en creer que es posible hacer el bien con el dinero de los demás”. Esta es la clave, del pensamiento del Premio Nobel de Economía, “los demás” es el Estado. El Estado del bienestar –New Deal- que había promovido Franklin D. Roosevelt para salir de la Gran Depresión de los años treinta resultaba obsoleto, inicuo, y opuesto a los intereses de los nuevos ricos -dígase manada de lobos- que estaban a la espera  que el pastor suelte las ovejas. La educación pública, el salario mínimo, la seguridad social entre otros logros del Estado del bienestar, constituían una herejía socialista. El fundamentalismo en la más preclara inteligencia. Todo lo que tiene sabor a dinero en la sociedad, es un derecho inmanente a los sujetos corporativos.
“La doctrina del Shock” – El auge de capitalismo del desastre - de Naomi Klein, es una monumental obra de crítica económica y política, principalmente. Escritora canadiense que recorre el mundo testimoniando los estragos de las crisis de la civilización; con un impresionante equipo de especialistas ponen al alcance toda una visión del desastre. “En este libro –dice N. Klein- es un desafío contra la afirmación más apreciada y esencial de la historia oficial: que el triunfo del capitalismo nace de la libertad, que el libre mercado desregulado va de la mano de la democracia. En lugar de eso, demostraré que esta forma fundamentalista del capitalismo ha surgido en un brutal parto cuyas comadronas han sido la violencia y la coerción, infligidas en el cuerpo político colectivo así como en innumerables cuerpos individuales. La historia del libre mercado contemporáneo y el auge del corporativismo, en realidad, ha sido escrita con letras de shock.”
M. Friedman busca  la aplicación de sus teorías, pero estas solo pueden aplicarse en el cuerpo social; lamentablemente, no es, como en las ciencias naturales: en los objetos. Es para el cuerpo social y en estado de shock que está preparada la receta. “Solo una crisis – real o percibida - da lugar a un cambio verdadero. Cuando esa crisis tiene lugar, las acciones que se llevan a cabo dependen de las ideas que flotan en el ambiente. Creo que ha de ser nuestra función básica: desarrollar alternativas a las políticas existentes, para mantenerlas vivas y activas hasta que lo políticamente imposible se vuelva políticamente inevitable”. La Escuela de Chicago crea todo un nuevo y solido pensamiento alrededor del liberalismo clásico, “dejar hacer, dejar pasar”, que hasta la época, había tenido vigencia y éxito para el desarrollo del capitalismo. Radicaliza el papel del sector privado en el juego del mercado y se vuelve contrarrevolucionario contra el Estado keynesiano del New Deal y otros Estados desarrollistas, especialmente en América Latina, que venían construyendo un relativo bienestar para sus pueblos. El objetivo era y sigue siendo en algunos Países, desmantelar al Estado precautelador del bienestar de su sociedad y convertirlo en nada mas que, gendarme y guardián de los nuevos ricos que surgían a su amparo. Los teóricos e ideólogos del nuevo liberalismo, ahora llamado “neoliberalismo”, diseñaron un manual del libre mercado que se aplicaría en el mundo entero, junto al cual iban constituyéndose estructuras ideológicas, culturales, de consumo, políticas etc., que apuntalarían al sistema y le darían el rostro de la nueva humanidad, y “El Fin de la Historia y el último hombre” según F. Fukuyama, entre otros intelectuales de ultimo cuño que nacían en prestigiosas Universidades de los Estados Unidos.
 En Ecuador estuvimos flagelados mucho tiempo, por grupos económicos y poderes fácticos que buscaban desmantelar al Estado; si no lograron su objetivo total si alcanzaron traumatizar la economía y la sociedad, agudizando la pobreza y la emigración. El proyecto de desnacionalización del País que buscaban las oligarquías privatizadoras, alcanzó sus objetivos con la dolarización; su hada madrina, fue una perfumada dama de bárbica figura y vilcabánica edad –en la farándula politiquera la llaman la Barbie de Vilcabamba-. Este personaje tenía un enorme poder ubicuo y mediático: la televisión, los periódicos, las Cámaras de la Producción, marchas con crespones negros, las academias y rutilante estrella empresarial latinoamericana; hoy su ausencia, es un gran bálsamo para la sociedad ecuatoriana. En fin, las oligarquías se habían transformado en verdaderos gobiernos paralelos, su agenda económica y política era impuesta sobre gobiernos títeres que caían sucesivamente. El pueblo en busca de su propio destino, echó una mirada atrás y dijo. Basta. El Ecuador en la actualidad, marcha con firmeza en pos de su identidad y reconocimiento de sus capacidades, desde hace siete años.
Entre los postulados primordiales del neoliberalismo consta que los gobiernos deben eliminar  todas las regulaciones y reglamentos que dificulten la acumulación de beneficios. Los Estados debe vender todo activo que posean y que pudiera ser operado por una empresa y dar beneficios; deben recortar drásticamente los fondos asignados a programas sociales; los impuestos si deberían existir, deben ser bajos, ricos y pobres debían pagar la misma tasa fija; las empresas debían vender sus productos en cualquier parte del mundo y los gobiernos no deberían hacer el menor esfuerzo por proteger a las industrias o propietarios locales. Los famosos Tratados de Libre Comercio TLC, que tanto aspiran las transnacionales y los grupos locales, deben suscribirse sin restricciones entre los Países. La fuerza de trabajo y su valor debe regularlo el mercado, no debe existir ningún salario básico. Privatizar la sanidad, la educación, las pensiones, el correo; es decir todos aquello que requiere la economía de escala y reporte utilidades  de rápido enriquecimiento. El mercado se encargará de armonizar esa dinámica de fuerzas de distinto origen y tensión, él manejará cual Poseidón, las embravecidas aguas de la mar océana,  volverlas calmas y transparentes para que la vida se reproduzca infinitamente Con este menú en la mesa había que esperar donde aplicarlo, por medio de la Doctrina del Shock; esto podría ser: por fuerzas endógenas, golpes de Estado, o invasiones militares como Irak.
El 11 de septiembre de 1973 es el fin de un gobierno que pretendía construir un Estado socialista por la vía pacífica, era el Presidente de Chile, Salvador Allende, el que ofrendaría su vida en aquel sueño. El asalto encabezado por Pinochet y los militares fue frutal, demoledor, no había contemplaciones de ninguna clase, la consigna: hacer tabla rasa del País. No fue un golpe de Estado, fue una guerra contra un enemigo casi invisible; sus efectos fueron tan reales como cualquier guerra civil o invasión extranjera: superaron los 3.200 ejecutados o desaparecidos, 80.000 encarcelados y 200.000 huyeron del país.  Había un guión ya trazado por el imperio: escarmiento, terror, no dejar sillares en pie que permitan reconstruir el viejo Estado, ellos tenían uno ya diseñado. La Escuela de Chicago, a través de una nación Latino Americana, ofrecía al mundo un nuevo modelo de sociedad. El 12 del mismo mes y año los generales complotados miembros del nuevo gobierno, tenían ya sobre la mesa del Gabinete el Plan Económico que abriría como por encanto la alborada de otro amanecer. Periodistas que cubrían los sucesos, no se explicaban ¿De dónde salió y quién había elaborado semejante texto bíblico? Para distinguirlo lo llamaron “ladrillo”. Chile se convertía en la primera nación del globo en abrazar el neoliberalismo y Pinochet en su mascarón de proa. Eduardo Galeano certera y ácidamente, dice: “Las teorías de Milton Friedman le dieron el Premio Nobel; a Chile le dieron el general Pinochet”. El modelo se convirtió en referente de desarrollo, modernidad, riqueza etc.; oligarquías de otros países peregrinaban para admirar, el milagro económico que había nacido de un shock brutal y que se lo mantenía a sangre y fuego. Es más, en cada país, grupos oligárquicos soñaban con un Pinochet en casa, “para que ponga las cosas en orden”, decían. Cuarenta años después, el milagro se ha convertido en pesadilla, las grietas del sistema amenazan con estadísticas más bien de espanto: inequidad, abismal desigualdad, pobreza, carestía de la vida, educación privilegiada, sociedad lastimada por cicatrices sin sanar. Claro está, también tiene otros rostros: barrios exclusivos, clubes exclusivos y ricos del primer mundo. Por último, como diría  Mario Benedetti, “los canallas viven mucho, pero algún día se mueren”; el General, después de no ser útil para el sistema, pasó a ser un convicto internacional y prontuariado senil; y en su país, debió recurrir a la minusvalía física y mental, para no morir en la cárcel.
El modelo funciona para sus panegiristas, es urgente reproducirlo; América Latina sigue siendo el laboratorio. En Bolivia (1985) las condiciones son propicias: desfile de dictadores militares, inflación sideral, pobreza generalizada, narcotráfico, devaluaciones sistemáticas, emigración descontrolada; un verdadero cáncer, merecedor de la terapia del shock. Los Chicago Boys estaban al acecho para entrar en acción. En el gobierno de un presidente progresista, Víctor Paz Estenssoro se aplicó el Plan neoliberal, redactado en la sala de la mansión de un magnate boliviano educado desde la niñez en los Estados Unidos, cuyo español tenía un fuerte acento gringo: Gonzalo Sánchez de Lozada. La historia es conocida del fin del modelo y  su padrino Sánchez de Lozada. Naomi Klein señala que “el shock económico funciona con acuerdo a una teoría similar: la premisa es que las personas pueden desarrollar respuestas a los cambios graduales –un recorte en un programa sanitario por aquí  o un acuerdo comercial por allá-  pero si los que se les viene encima son decenas de cambios desde todas las direcciones y al mismo tiempo, lo que les invade es una sensación de inutilidad y la población acaba por cansarse y ablandarse”. Fenómeno que sucedió en Ecuador, cuando el Titánic se hundió –metáfora usada para prevenir los efectos del shock-: quiebra bancaria, congelación y salvataje bancario, devaluación coronada con la dolarización, y un paquete de privatizaciones por venir. El pueblo no sabía por dónde correr, a quién recurrir, unos murieron, otros emigraron y los demás nos resignamos.
El mundo se plagó de esta epidemia provocando desastres desgarradores y cruentos, de una parte, porque también hay beneficiarios: los nuevos ricos y sus inmensas fortunas; la revista Forbes cada vez tiene más páginas, por la larga lista de mil millonarios. Así mismo la nomina de Países que se sometieron a la terapia  de Shock es abundante: Argentina, Rusia, Polonia, los Cuatro Tigres Asiáticos, México, Brasil…; cada cual con sus peculiaridades, pero el tratamiento, el mismo. Hoy, Europa y los Estados Unidos, exigen radicalizar la terapia, están quebrados e insolventes. En el viejo continente los pueblos ya no eligen a sus mandatarios, los designan los banqueros y el mercado financiero. Tampoco las elecciones son la cura, son placebos; en La Puerta del Sol en Madrid, un cartel con espontánea sabiduría e decía; “Si votas igual, te jodes igual”. El sistema esta herido de muerte. La indignación de los indignados globales no es suficiente para detener el colapso de sus vidas.
Pero el país insignia del auge del capitalismo del desastre es Irak. Otra fatídica fecha de otoños sombríos, fue el 9-11-2001. La economía del imperio –se denomina así, al conjunto de naciones altamente desarrolladas que están coaligadas y coludidas económica y militarmente en afán de dominación y sometimiento a otros países- se encuentra en el fondo del desastre. Estados Unidos es el gendarme del imperio dada su panoplia y presupuestos militares descomunales; armas que no son de disuasión, son de agresión; además, en cada aventura bélica, se lleva siempre la parte del león. En consecuencia toma la iniciativa de agredir a los pueblos en el corazón del mundo árabe y del petróleo. Para tener una justificación inapelable frente a la comunidad mundial, se auto agrede de la forma más infernal y traumática, para que no quede duda, para, lo que sucede en vivo y en directo supere lo imaginable,  monta un complot con aviones estrellándose en las Torres  Gemelas del World Trade Center de New York -9/11. Acusó del atentado, al terrorismo mundial e inició la cruzada de la libertad duradera. Afganistán es la primera presa, continúa con Irak, desconociéndose, hasta ahora, donde terminará; mientras Libia ya cayó, y en capilla están Siria e Irán. G. W. Bush fletó a su misión de justicia infinita, aviones, barcos y soldados; los mercaderes llevaron Planes económicos, expertos privatizadores, mercenarios, profesionales especialistas y demás parafernalias para quedarse para siempre. La agresión externa es el mejor momento para la terapia de shock, nadie puede negarse que le quiten un dictador de gobernante, nadie se puede negar a recibir una democracia, una libertad, una coca cola, una big mac, una pizza, un estilo de vida completo. No se puede ser tan desagradecido por tanto desvelo. Todo aquello, era parte del equipaje que llevaban los invasores. Después de destruir, era preciso reconstruir; el negocio es redondo, todo es carne: armas, petróleo y negociar lo que cualquier pueblo medianamente civilizado usa para sobrevivir, incluido el agua. En Irak no hubo ni una sola función gubernamental que se considerase tan decisiva como para no dejarla en manos de un contratista. Absolutamente todo se privatizó, tanto las acciones militares como en la reconstrucción física, política e ideológica. Hasta le democracia y la región fueron objeto de negocio, llevaron un grupo poderoso de mormones de Houston para que realice captaciones vocacionales y los saque de sus cerrazónicos principios islámicos. Las compañías contratistas americanas, no compraron ni el cemento local para las construcciones, los materiales venían de fuera, por que todo tenía  el tufo del Estado. La doctrina del shock recetada por M.Friedman y ejecutada por Bush, ha provocado hasta el momento, según estudios confiables 650.000 muertos, 2.000.000 de personas desplazadas, el País destrozado y la sociedad desconcertada sin esperanza. La cruzada de la Escuela de Chicago que surgió con el propósito de desmantelar el Estado del bienestar, por fin había alcanzado la cima.
Consecuentemente, si en el pasado nos era imposible comprender la actitud demencial de Hitler, ahora, creo que hoy, nos será más fácil. La lectura de “La doctrina del Shock” de Naomi Klein, debe ser un texto de estudio en las Escuelas de Ciencias Económicas y Políticas.

¡COMO DETENER A LA BESTIA!                
 Entre la demencia y la razón, media el objetivo. La demencia está plagada por el delirio y el perpetuo caos que produce su fin. La razón construye con esfuerzo y tesón, armonía y vida. La pesadilla kafakiana y demencial que el imperio ha creado y puesto en práctica global, desconcierta y aterra. Como Josef K... en El Proceso, van ejecutando previo escarnio, a gobernantes cuyo sino fatal fue juzgado y sentenciado en los tabernáculos imperiales. En los Balcanes, Milosevic; en Irak, Sadam Hussein; en Libia, Gadafi; y camino al cadalso llevan en próximos espectáculos mortales, a Bashar Al Assad en Siria y Ahmanideyad en Irán. La lista de procesados, también llegará por nuestros mares. El destino fatal de los pueblos está diseñado ya. No existe fuerza ni razón para detenerlo.
Este texto fue escrito hace dos años, cada día se actualiza; Ucrania no estaba en el escenario todavía, tampoco la OTAN se querellaba con Rusia; y las espadas no se desenvainaban. Hoy solo falta quien gatilla primero. Y el fin de la Historia cerrará su última página.

Guayaquil, 15 de noviembre de 2014

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