Arq. Vicente Vargas Ludeña
09/04/2015
El paisaje político ecuatoriano, aparentemente, es múltiple y
polifacético como su diversa geografía.
Pero no es así. Es plano, opaco y despide un desagradable tufo rancio;
languidece cada vez por los atavismos
genéticos de sus protagonistas que diariamente confrontan en el espectro
político. Generacionalmente no son dispares, mayoritariamente son casi
contemporáneos; la mayoría de patriarcas sanearon el ambiente y se fueron al
hueco, los que sobreviven aún, son carcamales que se arrugan más cuando se
mueven o hablan, también, pronto se irán. Aquí haremos un retrato hablado de
algunos grupos que fungen de políticos, cuyos desvelos y discursos por el bien común, son decididamente
sospechosos y falsos.
Las burguesías que han gobernado el País impertérrita y
sempiternamente gozan de una propiedad, que carecen las otras facciones: heredaron
el poder económico que viene siempre
acompañado del poder político: no están obligados a entrar a la arena
para alcanzarlo, les pertenece por derecho divino, la Iglesia lo sacramenta con
su presencia y el evangelio. Pero la dialéctica de la historia altera la
aparente lógica patrimonial. Los delfines o descendientes no pudieron
conservar, peor reproducir los poderes de sus ancestros burgueses: se fumaron
la riqueza y se birlaron el poder. Guayaquil es un paradigma trágico-cómico de
este fenómeno. El último mohicano apoderado de la Alcaldía es la representación
vivida de esa estirpe desmigajada de burguesitos políticos opacos, mediocres,
impreparados, pero con un heredado prepotente don de mando: nacieron para
mandar. Alrededor de este “Jefe” giran satélites de servidumbre, nada más. Es válido
para hombres y mujeres que lo rodean. Por ejemplo, ese partido político, si así
se puede llamar, tiene en sus cuadros una rubia muy sexi, que poca diferencia hace
por sus prácticas, con la vulgar y ramplona euforia que una señora del
mercado pelea por sus mercancías; parece que la han pasado a la reserva -por
algún tiempo hace mutis por el foro-. En Machala este mismo grupo tienen un Alcalde
maestro de escuela y de las otras artes en el arribismo y oportunismo; su
sencilla profesión es un vaga neblina de recuerdo en su hoy deslumbrante status
social. Esta estructura política socialcristiana sembró el litoral ecuatoriano
de segundones mangantes que asolaron las
arcas fiscales en los gobiernos locales. A la muerte de su patriarca muchos emigraron
a Alianza País; es una tarea moral pendiente
del Gobierno del Presidente Correa: fumigar las madrigueras de roedores. La
calidad ética e intelectual de baja ralea los tiene atrapados en sus sueños
pasados, sin encontrar el camino para enfrentar la nueva realidad política que
vive la Nación. Están paralizados miran a su alrededor y solo encuentran
soledad y abandono, aunque en la parroquia sean los priostes de la fiesta.
Guillermo Lasso fundamenta su afán presidencial en el “síndrome
del tipo listo”, similar a lo que le
sucedió a Alvarito, cuando el destino y su fortuna lo llevó a la Junta
Monetaria en el gobierno de Ali Baba y los cuarenta ladrones -como vengo
sosteniendo hace tiempo-. Lasso por sus desempeños bancarios y en retribución a
sus donaciones en las campañas electorales, recorrió los pasillos de Carondelet
como alto funcionario en varios gobiernos decadentes y primordialmente
corruptos; ahí fue testigo presencial del inclemente desfile de mediocres,
arribistas y rufianes por los laberintos del poder. Se hizo la misma pregunta
que Alvarito: ¿Si estos “muertos de hambre” que veo pasar llegan hasta aquí, por qué no lo puedo hacer
YO? Eh ahí, el karma que alienta al banquero en su torpe búsqueda del poder. Es
ocioso descifrar o analizar el discurso político de este sujeto, sencillamente
no existe. Carece de todo contenido por mucho que lo sometan a diseños
minimalistas de marketing; cursos intensivos de dicción, oratoria, dialéctica. O,
lo que está en vigencia en la posmodernidad: buscar asesores “monstruos del
pensamiento tanque” en el exterior, como la rutilante estrella pop: J. M. Aznar
de España; cuya sonrisa, con el perdón del asno, es muy parecida cuando éste
rebuzna. Esta dicotomía es curiosa: Aznar-asno, hay cercanías lingüísticas
incluida la sonrisa- y de las otras, sino, fijarse la birria de País que dejo
su gobierno.
Los retratos hablados de una parte del espectro político, son
los más importantes de la derecha. Los otros personajillos, son eso, diminutos
peones de la gran oligarquía: Gutiérrez, Rodas un tal Carrasco y otros que van
apareciendo con la esperanza que algo fatal suceda en el gobierno actual, para
escalar los peldaños del oportunismo.
Es lamentable regresar a ver y hablar de la izquierda
ecuatoriana. No es vergonzoso, es triste; no es un síntoma, es un cáncer; no es
transitorio, es terminal; no son mayoría, son cuatro gatos de los tejados; no
son intelectuales, tampoco académicos; no aprenden, pero son maestros; carecen
de doctrina, les sobra activismos; no son revolucionarios, son reaccionarios;
no lanzan ideas, tiran piedras; no pertenecen al establishment, son útiles al
sistema; no son de izquierda, son ambidiestros comen con las dos; nada
proponen, todo reniegan; nada producen, tienen sus panales; no avanzan, pero
ponen palos a las ruedas; gustan de la
clandestinidad, pero pueden debatir sus estrategias en un centro comercial; el
halo secreto que otorgan a su estructura le da carácter de “cosa nostra”; no
son plurales, son sectarios; no luchan para gobernar, lo hacen para medrar; no
aspiran a lograr mayoría, son felices con el 3%; prometen demoler el sistema,
pero no se despegan del régimen. Es espectral el retrato de este grupo
político, también de sus grises personajes encarnados en el remoquete del MPD.
De los indios es igualmente penoso retratar sus patéticos
personajes y trayectorias, porque los dirigentes están contaminados del
mestizaje corrupto, y son el dogal de su propia raza. Sus prácticas políticas ni
siquiera se acercan a las acciones de las especies animales de enjambre, en las
que, las feromonas que despiden cada miembro de la familia en caso de peligro,
el resultado contingente de la colonia da un producto inteligente frente al
enemigo.
La dialéctica histórica es compleja, porque en las entrañas
de los procesos las contradicciones abortan fenómenos que producen miedo,
pánico… vergüenza. No es extraño, la práctica política y la ética existen en
los límites abismales de la moral. Todo acto político, lleva implícito un
principio ético; si la política es el arte de lo posible en busca del bien
común; ahí están los abismos para romper los principios por la lucha sin límites y sin rubor por el
poder. Esta disquisición permite adentrarnos en lo que está apareciendo con
ciertos grupos lumpescos que la plutocracia los ha lanzado como peligrosos
sabuesos para que muerdan cualquier
futuro de Patria, y con su baba contaminen y repugnen toda esperanza. La
dimensión que adquieren estos “sujetos políticos” es sencillamente delincuencial.
No son traidores a la Patria como algunos
los adjetivan; son sicarios de los más aviesos fines; trabajan para
oscuros personajes de la oligarquía mediática, bancaria y grupos tradicionales
ultra reaccionarios. La galería mas sombría de los últimos tiempos la adornan:
un tal Villavicencio, Jiménez, Lara, Bucaram…; existen otros, no es necesario
designarlos. La misión que la gran burguesía les han asignado es múltiple y son
regularmente conocidas sus tareas; pero por contagio con la lumpen burguesía
venezolana, han llegado a límites insospechados: buscar agentes en los Estados
Unidos para que medien con el imperio y castigar ejemplarmente al Ecuador. Esta
estrategia no existía en el pasado, la descomposición moral estaba confinada
entre las fronteras; por supuesto que el veneno lo enviaban los Yankees. Las
oligarquías se sometían y entregaban lo que EE. UU. exigía. Todo con absoluta
discreción, nadie se enteraba. En lugar de sanciones recibían aplausos. En América
Latina la soberanía que ejercen los gobiernos independientes del neo coloniaje,
como antítesis han creado estos delincuentes políticos. Contra esta gavilla de
truhanes debe caerles el mazo de la ley
y el desprecio de la mayoría buena.
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