domingo, 26 de abril de 2015

LA BATALLA DE PANAMA

                                      

Arq. Vicente Vargas Ludeña                                                                                    20/04/2015
En el hemisferio occidental, desde Canadá hasta la Patagonia, todavía se perciben en la atmosfera geopolítica las partículas de “pólvora” que dejó la batalla política y doctrinaria más combativa que se ha realizado en estos quinquenios entre las fuerzas de la derecha contra las fuerzas de izquierda. Ninguna duda cabe que hubo una batalla incruenta, de las tantas que históricamente libra el Sur contra el Norte; como la actual, en el encuentro de la Vll Cumbre de Presidentes en Panamá.
Los encuentros de esta naturaleza realizados, hasta ahora, han sido útiles para el Imperio e intranscendentes para los demás Países. Siempre era la ocasión para reafirmar el carácter neocolonial de la región. Había una sola voz, un solo amo. Consecuentemente servían para: conocerse los Presidentes, posar para la foto familiar y agregar algún elemento rosa al encuentro. Nada más. Porque la agenda diseñada para estos eventos por el Departamento de Estado de EE. UU., traía el mismo discurso light: democracia, libertad de prensa y derechos humanos y algún otro considerando retórico. Todos los asistentes firmaban, luego aplaudían y se marchaban. Los gobiernos de aquellos tiempos estaban acotados al mismo entorno burgués y con funciónes de cipayos; además  recortados con el mismo estilete, reduciéndolos a la misma estatura: moral, ideológica y política. Los grandes medios, actores fundamentales también combatientes de estas batallas ideológicas, monopolizaban la información, y direccionaban los resultados. Ese maridaje prensa-política hegemónica, terminaba titulando “consenso unánime” en el encuentro.
Fue Hugo Chávez Frías que prendió la chispa que está incendiando la pradera. En Mar del Plata, Argentina, se dio la primera gran batalla: mandando “Al Carajo Al ALCA”; pócima letal para estos pueblos, diseñada en los laboratorios del Norte. Desde aquella victoria, nunca más serán las Cumbres las mismas.
La batalla de Panamá, sería la segunda que se da entre los mismos actores -diría los mismos enemigos: derechas contra izquierdas-. Retumbaron igual los tambores de guerra y el chasquido de espadas blandiendo aires soberanos contra el imperio; y una cofradía de Presidentes sumisos y oligarquías rabiosas.
La derecha continental llegó a la batalla de Panamá con todos sus arrestos, sus generales y remisos adiestrados para la lucha. El comandante supremo de campo seria el emperador Barak Obama; oficiales sin rango, fueron los tristemente celebres ex Presidentes de Latinoamérica que se atrincheraron en un lujoso hotel para presentar un documento de condena a Venezuela, sus parafernalias auguraban una atronadora victoria. Más, sus papeles fueron los de una pandilla conformada para extorsionar; en consecuencia los resultados se volvieron un desastre, una derrota; ningún mandatario en ejercicio, se prestó para llevar al seno de la Cumbre el mamotreto elaborado. La derecha fascista cada vez pierde batallas. Sencillo, el ejercito de Ex Presidentes era una constelación de malandros, mediocres y fracasados; la lista de estos esperpentos avergüenza a la región. Basta una mirada atrás y encontraremos corrupción, desolación, incapacidad y muerte. Solo a guisa de muestra menciono a Felipe Calderón, su gobierno sembró muerte y narcotráfico, transformándolo en un Estado Fallido a su País, México; Vicente Fox es impresentable, con toda propiedad, Chávez lo tildaba cachorro del imperio. Que se puede rescatar de sonrisa  de asno, J. M. Aznar -siempre con el perdón del jumento- y su asqueroso papel  de pajecillo, de Bush y Blair en la agresión a Irak; y su gobierno en España podrido hasta el tuétano. De los ecuatorianos Osvaldo Hurtado y Lucio Gutiérrez hay mucho que decir, pero a estos personajes, mejor se los desprecia ignorándolos; sin embargo propongamos algunas de sus cualidades innatas: Hurtado es repulsivo hasta en su propio espejo, predicador de catecismos metafísicos que jamás pudo aplicar, cuando por tragedias humanas, le correspondió asumir el Gobierno, nunca ha ganado unas elecciones; Gutiérrez es la encarnación de la felonía y el retardo mental. La escuela militar por donde pasó, modificó un humano en proceso, en un perfecto antropoide eficiente. Cada ex Presidente que firmó el documento de marras tiene un prontuario delictivo antológico. Las preguntas que racionalmente se haría cualquier persona saltan y se vuelven evidencias: ¿Qué autoridad ética, moral y política tienen este atado de mangantes para pedir condena y sanciones al Gobierno de Venezuela? ¿Quién los financia? ¿Hasta dónde son capaces de dar batalla para impedir la conquista de la independencia, soberanía y autodeterminación para los pueblos que ellos en maldita la hora gobernaron?
La tropa que la derecha llevó para el enfrentamiento, merece también su antología de rabiosa trayectoria: verdaderos terroristas, agentes de la CIA, gusanera miamera cubana, disidentes a sueldo y mercenarios. Las mismas estirpes peregrinaron desde Miami, Venezuela, Ecuador y otros Países,  con  los mismos propósitos: incendiar los foros alternativos, sabotear los debates y victimizarse de las “tiranías” que los persiguen, y que se están multiplicando en América Latina. La presencia de remisos y agentes en el campo de batalla –en la guerra todo está permitido- llegó a niveles de grosera insolencia global: exhibieron como ariete, amenaza y trofeo al agente de la CIA que ordenó en Bolivia el asesinato del guerrillero heroico “EL CHE GUEVARA”. También le pusieron rostro de mujer a la lucha: dos señoras venezolanas, bregaban por ser imagen en los medios, representaban a sus maridos encarcelados por “demócratas y luchadores de la libertad”, según sus palabras y gestos, porque en Venezuela están negadas por la “tiranía” de Maduro. Todos estos personajes salieron derrotados por las armas de destrucción masiva: la historia y la verdad.
Pero la derecha tenía su general de todas las estrellas del firmamento: al Presidente de los Estados Unidos. De él esperaban por su poder mundial del destino manifiesto, la sumisión y la venia de todos los Presidentes. Paro nada de eso sucedió. Su intervención, mando y sus lides fueron episodios pírricos. Terminó aceptando que la historia le apasiona, pero ese no era el lugar para esa materia; que la democracia, los derechos humanos, la libertad total, sin límites, universal en su País prevalecen, pero que, con frecuencia caen en profundos pozos oscuros. Con ese circunloquio sintético, ambiguo, de tono solo protocolar, debemos comprender las trapacías que su imperio provoca en el planeta. Igual que los otros ex Presidentes -autores del bodrio contra Venezuela- se enjuaga las manos y asume el papel de Júpiter tonante, juzgando y torciéndoles el brazo al que se aparta de los decálogos de los Dioses del capitalismo. Alguna vez escribí: Barak Obama nació negro y ejerce el poder del blanco, Michael Jackson nació negro y murió blanco. Matices del color.

Los gobiernos independientes y celosos de la soberanía de sus naciones, han dejado honda huella en la Batalla de Panamá por que han enfrentado al emperador en su propio lenguaje y lo han encarado en sus perpetuas hipocresías. Si en el pasado todo era uniforme y lineal con las Naciones del Sur. Ya no es así, hoy. Algunos Países han diseñado su propia geometría; ya no son parte del mismo círculo periférico con el imperio en el centro y satélites orbitando a Washington. Cada País desea y busca construir su propia estructura nacional, en mancomunidad, pero no en dependencia. Ese activo político y moral, los gobiernos que buscan la equidad lo defenderán en cualquier batalla. La izquierda del Sur cada vez evoluciona hacia el futuro  incorporando combatientes leales con una sola causa: cambiar la realidad social, política y económica de estos pueblos humillados y ofendidos.

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